La premisa de este proyecto era crear un espacio de fidelización para una marca sin espacio físico, tan tecnológica cómo es Spotify. Un espacio de unión, dónde el consumidor pudiera compartir su experiencia con otros usuarios generando comunidad, dónde los valores de la marca cómo la democratización y accesibilidad estuvieran representados.
Pensado para un público joven curioso, pero que da cabida a cualquier usuario. Se parte de la necesidad de encontrar un océano azul dentro de un océano rojo, por tanto, surge la necesidad de diferenciación, dotando al espacio cómo un punto de venta de la marca, para adquirir el branding exclusivo a través de una serie de «potys»
que según el tipo de tarjeta de fidelización, se pueden canjear en la
entrada. Espacios exclusivos dónde la música y sus artistas son el foco
de atención, para acercar al usuario una experiencia inolvidable.
El proyecto fue diseñado junto a Aránzazu Hortal y Beatriz Díaz.